Gabo, su última historia de amor.

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Traducida a 40 idiomas, aparece a nivel mundial “En agosto nos vemos”, la novela póstuma de Gabriel García Márquez, escrita en la etapa final de su vida.

06 Marzo 2024

Algo debió haber visto Carmen Balcells (1930-2015) en la última historia de amor de Gabriel García Márquez que no le encontraba un final. El Gabo había mandado en 2004 el manuscrito de En agosto nos vemos a su agente literaria y ella le había dicho a Cristóbal Pera: “No tiene el final”. En la primera oportunidad que tuvo de viajar a México, el editor le preguntó al Nobel de Literatura por el desenlace de su libro: ‘No, no, sí tengo el final’, le contestó. 

“Y me lo leyó aquí, en esta misma sala”, recuerda Pera en el estudio del escritor de la casa de Fuego 144, en el Pedregal de San Ángel. “Me lo leyó y me pareció brillante. El final es justamente algo que no cambia desde las primeras versiones; tenía clarísimo cómo iba a ser ese final”. La que había leído Balcells era una de las cinco versiones que el colombiano había completado de la novela. Todas, y algunos folders más sobre el mismo tema, ya no volvieron a ser abiertos por las manos de Gabo. 

Han tenido que pasar diez años de la muerte del escritor para que En agosto nos vemos sea conocida por el gran público. Este miércoles se lanza a nivel mundial, traducida a 40 idiomas, la novela que García Márquez ya no alcanzó a completar y que, incluso, pensó “que no valía la pena publicar y que lo mejor era que se destruyera”, como recuerda su hijo Gonzalo. En México, el libro lo lanza Planeta, dueña del sello Diana, quien ha impreso un tiraje inicial de 50 mil ejemplares.

Como toda historia detrás de un libro, la madeja de En agosto nos vemos está cruzada por los datos que existen en el mismo archivo de Gabo, vendido por su familia en 2014 al Harry Ransom Center, de la Universidad de Austin, por 2.2 millones de dólares; la versión de sus familiares más cercanos y las personas que conocieron al escritor.

Una de ellas, precisamente, registró cuando el Nobel desveló que trabajaba en un nuevo libro y leyó el primer capítulo en un acto realizado en la Casa de América, de Madrid.  Era 1999. Más tarde, en una de las pocas entrevistas que concedía, el autor dijo que trabajaba en “un proyecto narrativo de tres novelas cortas dedicadas a explorar el amor en la edad madura”. Cristóbal Pera recuerda que Memoria de mis putas tristes (que inicialmente se llamaba Ella) era una.

En agosto nos vemos otra. Y al mismo tiempo, el escritor se empeñaba en completar sus memorias, el primero de tres volúmenes apareció en 2002 con el título Vivir para contarla. 

Una carpeta, identificada como “Los Ángeles” en el archivo de Gabo, demuestra que el escritor trabajó en la novela mientras luchaba allá contra el cáncer. A su regreso a México, cuenta Pera, García Márquez “da el punto final en esa mesa (señala el escritorio en forma de L donde trabajaba) a las correcciones de sus memorias, se queda sin trabajo y está buscando qué hacer. Su secretaria, Mónica Alonso, le encuentra unas carpetas, una titulada Ella y la otra “En agosto nos vemos”.

Por una u otra razón, la novela se fue postergando y, con los años, su conclusión enfrentó un problema mayor: el deterioro de la salud del escritor. Los testimonios coinciden en ubicar el inicio de la demencia de Gabo en 2006, situación que para su hijo Gonzalo García Barcha le impidió estimar las virtudes del escrito. “Fue desarrollándose a lo largo de mucho tiempo y la fue escribiendo desafiando mucho sus problemas de salud, sobre todo su pérdida de memoria de los últimos años y llegó un momento en donde él consideró que ya no podía seguirla, que la novela estaba muy lejos de estar concluida”. 

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